Por Oscar Fuentes
Hace diez años, en una conferencia de Joao Luis Carrilho da Graça (presentado por Rafael Iglesia, quien nos confesara por esos días que estas conferencias y sus encuentros posteriores fueron su verdadero Master), un arquitecto presente –frente a una serie de quiebres en los pasillos de uno de los edificios expuestos- le comentó que él no les permitía a sus alumnos resolver de esa manera las circulaciones, que de hacerlo así los reprobaría por desorden en la planta. JLCG pidió que le repitieran varias veces el comentario, creyendo que tenía problemas con el idioma. Cuando confirmó que había escuchado bien, sorprendido, dijo no comprender el cuestionamiento. La solución cuestionada respondía a problemas particulares de ese sector de la planta y, a su entender, no había problemas en alterar un orden geométrico, si esto resolvía alguna particularidad del edificio en cuestión. Por supuesto, expositor y crítico no se pusieron de acuerdo, pero esto sirvió para dejar en claro el choque entre dos tradiciones distintas de producir arquitectura: una donde el orden geométrico prevalece sobre todo y otra atenta, sensible y finalmente determinada por cada particularidad, sea esta programática, del sitio, o cualquier otra.
Y es en un equilibrio entre estas dos tradiciones que tanto la casa Barrientos como toda la obra de Felipe Uribe de Bedout se inserta: un modo de proyectar en el cual se produce un equilibrio (entendiendo equilibrio como igualdad de valor entre diferentes cosas) entre la atención a las particularidades y el principio rector que organiza los espacios.
Así, en la casa Barrientos, la atención a las particularidades del terreno, la búsqueda de una determinada perspectiva o la libertad en la organización de un programa tan ordinario como el de la vivienda individual aparecen como determinantes del proyecto. Que se suman a la libertad obtenida con un tipo de construcción que no condiciona la métrica del proyecto y otorga la independencia necesaria para este tipo de operación. Porque la construcción es en toda la obra de FUdB un tema central, pero tal centralidad nunca opera como carga. La levedad de sus obras (levedad entendida como superación en el dominio de la materia) se obtiene con un trabajo muy riguroso sobre los detalles, donde una construcción muy precisa y de gran calidad nunca se evidencia como materia de trabajo en si, sino que siempre mantiene un equilibrio entre la definición de la parte y del todo. E inclusive, al ver proyectar a FUdB, se hace evidente que el control geométrico que tienen sus obras nunca funciona como un a priori, como una elección geométrica previa, sino que aparece en el constante trabajo de cambio y ajuste del proyecto.
En sus obras el control en la variedad del conjunto es indispensable y en la casa Barrientos, la libertad de cambio en la organización de los elementos mantiene un constate equilibrio entre sujeción al todo y atención a la particularidad, donde jamás se recurre a unidades ficticias para ejercerlo.
En este juego de equilibrios, no es menor en el valor de la obra la manipulación tipológica del que quizá es el más transitado de los programas: la vivienda individual suburbana. El modo de organizar las habitaciones pequeñas, casi al modo de cabinas independientes que pueden integrarse al espacio principal de la casa o independizarse, forma parte de la ambigüedad que presenta esta casa, donde la totalidad aparece a la vez como uno y como varios, no solo por la definición de las cabinas sino por como aparece el sector de servicio y huéspedes integrado al todo. Esta ambigüedad se verifica también en el modo en que funcionan las ventanas del espacio principal, haciendo aparecer así a este tanto como sala de estar de una casa de una organización de habitaciones muy independientes entre si (cuando cerradas), o como galería de una serie de pequeñas salas que lo tienen como centro (cuando abiertas). Este es a la vez el momento más ambiguo y más intenso de la casa, ya que la casa puede, alternadamente, ser los dos modos más opuestos del habitar: la vivienda burguesa con sus posibilidades de máxima privacidad para cada uno de sus habitantes o la vivienda comunitaria en la que sus habitantes comparten todas sus experiencias.
Esta extrema ambigüedad entre dos tipos tan diversos (exhibida en su extrema disparidad en dos películas del notable Sharunas Bartas: The House y The Corridor, en las que se llega al punto de que el verdadero protagonista de cada una de ellas es la respectiva tipología) es el aporte más radical de la casa Barrientos: la de proponer a sus habitantes una libertad tan grande para habitarla como la que su autor tuvo para proyectarla.
*En Revista 1:100 número 18, 2008.
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