Por Oscar Fuentes
Quien no sigue tradiciones, comete plagio.
Igor Stravinsky
Cuando en 1968, Jorge Scrimaglio (JS) recibió el encargo para desarrollar la casa Alorda en un lote urbano de la ciudad de Rosario, este era un joven arquitecto con pocos años de desarrollo profesional, pero que ya había construido algunas obras notables. En estas obras, que comenzó haciendo mientras era estudiante, mostraba un talento y claridad de ideas que aun hoy resulta sorprendente. Pero con el proyecto de esta casa, JS mostró algo más. En la casa Alorda, JS demuestra una capacidad para cruzar tradiciones, que le otorga a la obra un espesor único y que visto desde hoy constituye una gran oportunidad para reflexionar sobre los límites de algunos discursos vigentes.
La casa se desarrolla en un pequeño lote de forma de rectángulo regular de 100 m2 de superficie y tiene una superficie cubierta total de 120 m2. El proyecto concentra todos los espacios principales de la casa en la parte posterior del lote, dejando en el sector frontal solo el garage, (que oficia a la vez de único acceso) y el espacio exterior de la casa, un conjunto de terrazas, jardines y estanque, que constituye el exterior hacia el que se orientan todos los espacios interiores.
Todos los muros de la casa están construidos completamente en ladrillo visto: ladrillos que en su organización, determinan todas las formas de muros, pisos, cielorrasos y hasta artefactos de iluminación. Los muros exteriores alcanzan casi la altura de los tres niveles que tiene la casa. En realidad alcanzan a la altura de la baranda del tercer nivel, haciendo que la última terraza sea el único espacio exterior desde el cual se puede ver directo hacia el exterior del barrio, sin el tamiz del muro calado.
La casa muestra un cruce inédito de influencias. Por un lado el muro calado refiere directamente a la casa Melnikov. Si bien en esta, el muro está revocado, las fotografías de su construcción muestran claramente el rigor de la medida del ladrillo en la forma de las ventanas. Este tratamiento es usado por JS de un modo que elude la frontalidad que plantea el lote (especialmente por su condición de parcela entre medianeras): tanto el muro como sus calados hexagonales se desarrollan en el frente y en la medianera (por aquellos tiempos) libre.
Por supuesto, el uso del ladrillo nos recuerda a la única influencia que reconoce JS, Frank Lloyd Wright (FLW). Y especialmente a la cita que él más recuerda del maestro: La arquitectura comienza cuando luego de poner un ladrillo, debemos decidir como unirle el segundo. Es evidente que en esta obra se decidió la posición de cada ladrillo.
Por otro lado, la casa también refiere a quien por esos años en Argentina era el principal rival de FLW (recordemos el debate entre los Racionalistas y los Organicistas, activado por la visita que hiciera Bruno Zevi): Le Corbusier. La casa Alorda es un riguroso desarrollo de una de las tipificaciones que LC planteó para organizar sus primeras obras: el marco externo rígido que delimita un interior especialmente libre. LC utilizó magistralmente este recurso en la Ville Savoye. La casa Alorda puede ser vista como un paralelepípedo definido por sus muros exteriores, dentro de los cuales se desarrollan con gran libertad el conjunto de terrazas a los que se abren (pero no tanto) los espacios interiores de la casa.
Además la casa cruza los dos modos tradicionales de construcción de viviendas unifamiliares urbanas en las ciudades argentinas: la Casa chorizo y la Casa cajón. La casa desarrolla todos sus espacios interiores en paralelo a los exteriores (que ocupan casi la misma superficie de parcela) como es tradicional en las casas chorizo, pero lo hace de manera transversal y no longitudinal como es típico en estas casas. Por otro lado se constituye, gracias a la elevación del muro de cierre, como una única construcción que engloba en conjunto los espacios interiores y exteriores como un todo, presentándose de esta manera como un objeto único.
Podríamos seguir con este tipo de referencias (como los vidrios a la Sigurd Lewerentz), pero no es la suma de estas lo que le da valor a la casa, sino el modo en que JS, hace de todas estas referencias una obra ejemplar. Porque a pesar de cada una de estas influencias, la casa no tiene ni la levedad de la obra de LC, ni el carácter prototípico al que aspiraba Melnikov (su casa era un prototipo de vivienda obrera), ni se parece a ninguna obra de FLW. Y por supuesto, poco tiene que ver con las casas que inundan nuestras ciudades.
Lo notable de la operación que hace JS es el modo en que se apropia de todas estas tradiciones y las supera para producir una obra que es a la vez única y serial (entendiendo serial como el modo en que entronca en diferentes tradiciones). La casa usa el ladrillo de un modo que no es solo programático, sino especialmente sensible: el clima de todos los espacios de la casa está determinado por su medida, textura y color. La articulación de los espacios exteriores, compensa la densidad de los espacios interiores, donde nunca encontraremos la luz que podemos ver tanto en Les Heures Claires (verdadero nombre de la Ville Savoye) como en los interiores de la casa de Melnikov (a pesar del clima moscovita, el interior de la casa es todo luz). El carácter de todos los espacios es denso, especialmente los interiores. Los espesores de los muros, sumados al ladrillo omnipresente, les confieren a estos un carácter casi medieval. Incluso, para aumentar esta densidad, moldea las losas con ladrillos usados como encofrados perdidos y oblicuos, lo que le confiere masa adicional a los cielorrasos.
JS no trabaja nunca con estas influencias a manera de cita. Nada más lejano de su modo de producción. Se apropia de ellos como un artesano utiliza recursos en la medida en que desarrolla la necesaria habilidad para utilizarlos. Los usa de una manera que incluye su manipulación y distorsión, para convertirlos en un todo que niega su originaria heterogeneidad. La obra es así a la vez parte de varias series (la que cada uno de los casos referidos abre) y excepcional.
Por supuesto estas referencias no forman parte del discurso de JS (él prefiere no hablar de sus obras, en sus escasas presentaciones lo hace sí de sus influencias ideológicas, invitando, a quien quiera ver sus obras, a visitarlas), pero evidentemente forman parte de su cultura arquitectónica. Cultura arquitectónica que constituía, por aquellos años, un patrimonio común para todo arquitecto. Cualquier arquitecto con aspiraciones de desarrollar una obra propia, conocía tanto lo que admiraba como lo que rechazaba, los debates se hacían con un amplio conocimiento de las obras y proyectos realizados, y todos aceptaban estar trabajando sobre ese patrimonio. A pesar de los discursos modernos de negación de la historia, basta ver las notas y libros de los maestros, para ver la cantidad de referencias a construcciones tanto históricas como populares (los relatos de Rogelio Salmona, de cómo Le Corbusier lo enviaba a medir espacios públicos de Paris para sus proyectos, son solo una muestra del lugar que la obra construida tenía en la producción de aquellos tiempos). Y este patrimonio no se miraba a la manera del anticuario (el uso, en algunos discursos contemporáneos, de la palabra piezas para referirse a obras de arquitectura, muestra adonde caímos). Se lo hacía con una mirada operativa, una mirada no fascinada, sino capaz de analizar y evaluar las decisiones. Es cierto que por algo se acuñó el término formgiver. Pero a pesar del hábito de adherir a vocabularios consagrados por los maestros, el modo de apropiación de estos era central.
Y en el caso de esta obra de JS, el modo de apropiación es absoluto. La casa Alorda se nos aparece como un ejercicio preciso de adecuación de materiales, formas y procedimientos pre-existentes.
En el presente esto parece perdido. Hoy, muchos discursos eluden la referencia a toda arquitectura. De hecho, es mas fácil encontrar en los discursos de algunos arquitectos referencias a la física cuántica y hasta la microbiología (escuchar a arquitectos que creen que el ADN tiene forma de doble hélice, es la perfecta humorada de estos tiempos) que a obras concretas. Esto se traslada a la terminología con que se expresan. Se elimina toda referencia a un discurso disciplinar, para centrarse en un uso de metáforas de cuño personal que llevan a una casi imposibilidad de comunicación. Pero cuando vemos las obras o proyectos realizados a partir de estos discursos, encontramos el conjunto de referencias sin digerir que estos arquitectos usaron para desarrollar sus propuestas.
Nada de esto comete JS. Su capacidad para hacer propias las tradiciones más disímiles y convertirlas en una obra a la vez única y ejemplar es la gran lección que nos deja desde la casa Alorda.
*En Revista 1:100 número 39, julio 2012, pp 74-79.
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